13 Nov La educación emocional es algo más que el monstruo de colores
De un tiempo a esta parte vengo reflexionando acerca de la llamada educación emocional. Vaya por delante que el hecho de que se haya puesto esta cuestión en el centro de muchos programas educativos me parece que es un gran avance. Han proliferado cuentos, fichas, programas y recursos sobre educación emocional que me hacen sospechar que estamos en el buen camino. Son muy necesarios sobre todo si tenemos en cuenta que venimos de un lugar donde prácticamente todo lo que tuviera que ver con lo emocional no existía.
Sin embargo,para mí la educación emocional no es algo que se enseñe desde lo intelectual sino que tiene que ver con una manera de estar y de ser que transmites a tus alumnos o hijos. Solo quien puede reconocer y conectarse con su propio mundo emocional puede motivar a que otra persona lo haga. De nada me sirve que en la asamblea o en casa estemos un ratito hablando de emociones o les leamos el monstruo de colores si luego no les permites a tus alumnos o hijos, expresar su ira, enfado o alegría (y de paso a ti mismo). Y de nada me sirven todos los recursos materiales que tengas a tu alcance si detrás de estos no hay un acompañamiento de los conflictos y de las emociones sin intención de regularlas simplemente porque a los adultos nos convenga que el niño no se enfade, no llore o no se muestre especialmente contento.
Por lo tanto, si queréis introducir la educación emocional en vuestras casas debéis empezar por vosotros mismos. Aguantar la angustia, la propia y la del otro, sin recurrir a sermones, castigos, reproches o distracciones puede ser un buen comienzo. Y esto requiere de un saber de uno mismo que no siempre es fácil y que a menudo puede llegar a ser un camino doloroso para muchos adultos.
También es importante tener claro que no hay emociones buenas o malas, todas son válidas. El otro día en las redes sociales comentaba cómo muchas de las emociones que sentimos no solo son admisibles sino que son también útiles en determinadas circunstancias: la rabia es el germen de la justicia social, el miedo puede ser necesario en situaciones peligrosas o el asco puede ayudar a mantener la supervivencia del organismo, por poner solo algunos ejemplos.
Y es por esta razón por lo que a mí me gusta que mi hija sienta las emociones,TODAS, y se sienta con TOTAL LIBERTAD para expresarlas, que las acepte como parte de su ser. Las emociones primero hay que sentirlas, aceptarlas y poco a poco regularlas (si resultan dañinas, que no tienen porqué serlo). Por eso a veces me basta con estar a su lado sin más, escucharla, y después no darle todas las respuestas sino hacerle buenas preguntas. Preguntarle por la causa de su malestar, si necesita que la próxima vez le ayude a no expresar esa emoción de una manera inapropiada (aquí habría que ver qué es realmente inapropiado y qué no, puede ser el caso de que le dé por destrozar algo de valor o por pegar a alguien) pero tener claro que no se lo decimos solo atendiendo a razones de necesidad nuestra. Y teniendo claro que las emociones cualesquiera que sean, son siempre aceptables. Son las conductas resultantes de estas las que pueden no serlo.
No se trata tanto de entrenar las emociones sino de conectar con ellas, asumirlas (todas, las que no nos gustan o no reconocemos también) e integrarlas. Y ya en el caso de que nos hagan la vida demasiado imposible, a nosotros, a nuestros hijos o a los demás, intentad poco a poco transformarlas. Esto, para mí, es la verdadera inteligencia emocional.
Entender la educación emocional no como una forma de represión de las emociones, sino como una forma de gestionarlas, necesaria en el caso de que estas amarguen la existencia a nuestro hij@ o a los demás, que como os digo no tiene que ser así siempre. Tu hijo debe primero ser capaz de conectar con eso que le hace sentir mal, con esas emociones que pueden a priori parecer negativas sin necesidad de disimularlas ni de actuarlas, tener la capacidad de asumirlas y con el tiempo transformarlas.
Si sabes lo que le ha llevado a tu hija a descontrolarse, sabiendo las razones por las cuáles necesita expresarlo de esa manera, podrás ayudarla de una manera más adecuada. Y aquí es donde sí pueden entrar todos esos recursos o herramientas que te voy a contar a continuación que sí que pueden ayudarnos en determinados instantes.
No obstante, no quiero dejar de recalcar que el uso de estas herramientas para el control de los impulsos como enfoque prioritario, me preocupa si solo nos dedicamos a eso, sino vamos más allá del comportamiento del niño. Cuando yo os hablo de las distintas herramientas de la Disciplina Positiva como la rueda de opciones o el tiempo fuera positivo o de otros recursos de la psicología como el diccionario de emociones, lo hago porque creo firmemente en que a los padres/madres o profesores nos pueden ayudar en un momento dado, no obstante si detrás de estas no se atiende a la singularidad de nuestro hij@ o alumno en cuestión, de poco valdrán.
No es tan importante atender a lo que uno sabe de Disciplina Positiva o Neuroeducación como a lo que yo como madre o padre hago de ese saber con la persona que tengo delante en concreto, con su individualidad y su contexto, en este caso el de mi hij@. Y para eso la escucha ha de ser el principal medio por encima de cualquier otro.
″Este tipo de herramientas y recursos debemos verlos como una herramienta más pero no como la solución o la panacea, entendiendo que no es tan importante que nuestros hijos sepan como regular sus emociones sino que primero las conozcan y las acepten″
Podemos encontrar infinidad de recursos en libros de educación, psicología o en Internet. Yo he escogido los que me parecen más interesantes. Son los siguientes:
Toma de conciencia de las propias emociones. Hacernos a nosotros y a nuestros hijos preguntas:
¿Qué le pasa a mi cuerpo cuando me siento de determinada manera? ¿En qué parte de él lo siento? ¿Cómo suelo expresar esa emoción? ¿La dejo salir, la reprimo, me contengo, uso distracciones para no pensar en ellas? ¿Por qué siento unas emociones más que otras? ¿Qué es lo que me hace sentir de determinada manera? ¿Qué influye?
Diario de emociones: Podéis llevar a cabo un diario de emociones que es muy útil para que tu hij@ vea la posibilidad de que puede experimentar emociones múltiples al mismo tiempo o que son muy diferentes a lo largo del día. También para ver qué situaciones, personas o conflictos les llevan a determinada emoción.
Validación de sentimientos y emociones: Entiendo que estás muy alegre, enfadada, frustrada, triste…, está bien sentirse así, no hay nada de malo, yo también me siento así a veces…¿Te sientes frustrada, me equivoco?
Dar nombre a las emociones para tener un vocabulario emocional más allá del estoy bien o mal.
Comprensión de las emociones de los demás. Trabajar la empatía. Puedes inventarte una historia donde haya un conflicto y preguntarle después, también sirve cualquier cuento. ¿Qué crees que ha sentido el niño cuando le han dicho eso? ¿Crees que es la manera correcta de actuar? ¿Cómo lo habrías hecho tú? o aprovechar cualquier momento del día que te cuente o que presenciáis ¿Por qué razón crees que ha llorado Marta en el patio? ¿Cómo te sientes cuando tu hermana te dice esas cosas? ¿Y ella, cómo crees que se siente?
Expresar las emociones a través de la música, del baile o del teatro. Podéis crear un teatrillo con títeres y escenificar conflictos que hayan pasado en casa a través de las marionetas. O hacer role playing siendo vosotros los hijos y vuestros peques los padres. O poner papel continuo en la pared y que todos dibujéis lo que sentís escuchando determinada música.
Rueda de opciones: Se trata de realizar junto con tu hij@ una lista con las alternativas que puede hacer cuando alguna de sus emociones le desbordan tanto que acaba haciéndose daño a él o a los demás. Después dibujaremos un círculo dividido en tantos triángulos como ideas hayamos escogido. Les explicaremos a nuestros hijos que cuando se sientan sobrepasados pueden recurrir a cualquiera de las opciones que han puesto.
Tiempo fuera positivo: Este recurso de la Disciplina Positiva nada tiene que ver con otros que he visto por ahí con caritas. No es punitivo ni conductista. Se trata de crear un espacio conjuntamente con nuestros hijos o alumnos al que puedan acudir en el caso de emociones que les resulten desagradables y necesiten calmarse (los adultos también podemos crear uno), siempre van a ir invitados y no obligados y dentro de ese espacio, al que el niño habrá puesto un nombre y lo habrá decorado, va a llevar cosas que le hagan sentir bien (un palo de lluvia, burbujas de embalar y ceras con folios es lo que eligió mi hija).Se puede utilizar a partir de los 4 años que es la edad aproximada en la que un niño puede entender ya el funcionamiento del cerebro (aquí un vídeo donde se explica el cerebro triurno) y las razones por las cuáles necesita ese espacio cuando se desborda.
Si tu hijo es un niño al que le cuesta especialmente sacar su emoción puedes ayudarle animándole a sacarla al exterior a través del dibujo, del movimiento, de pegar a una almohada o con frases como: “vaya si que debes estar enfadado”, “a ver enséñame lo enfadado que estás”, “toma una almohada, o venga dibújame ese enfado”. O vamos a movernos (está demostrado que cuando alteramos nuestro estado físico a través del movimiento podemos cambiar nuestro estado emocional). Puedes ver muchos más ejemplos en el libro de Daniel Siegel “El cerebro del niño”.
Dentro de la educación emocional también entraría la capacidad para diferir recompensas inmediatas a favor de otras más a largo plazo que le van a hacer sentir mejor. A este respecto debemos trabajar la tolerancia a la frustración teniendo en cuenta que los niños pequeños no tienen las competencias necesarias para desarrollarla aún y que es algo que se aprende con la práctica. ¿Cómo podemos ayudarles?
No penalizando el error, aquí os explico cómo. Propiciando situaciones en las que tengan que esperar (juegos de mesa, hacer colas, regalarles semillas para que tengan que plantar y ver cómo evolucionan, darles una paga cuando sean mayores y sean ellos quienes la administren, no dándoles siempre todo aquello que piden, practicar la atención plena porque muchas veces la frustración aparece porque nos hemos creado demasiadas expectativas respecto al futuro, y por supuesto siendo su modelo (si le damos al mando del televisor un tortazo porque no enciende a la primera, tocamos el claxon cada vez que hay atasco o nos liamos a patadas con la máquina expendedora porque no sale el refresco no estamos dando un buen ejemplo, ¿no creéis?)
Por último tened en cuenta que el cerebro de vuestros hijos es todavía muy inmaduro. Si a nosotros como adultos todavía nos cuesta muchísimo gestionar nuestras emociones, imaginad a ellos.
¡Ah¡ y no nos engañemos, los seres humanos no somos especialmente inteligentes en cuanto a emociones se refiere. La mayoría de nosotros hemos llevado a cabo en algún momento de nuestra vida alguna conducta autodestructiva, a veces sin ser conscientes de ello. Porque aquello de que el hombre (y la mujer) tropieza dos veces con la misma piedra, es mentira. Son muchas más 🙂
Y por supuesto, vuestros hijos e hijas no iban a ser menos. Están aprendiendo.
Seamos pacientes y eduquemos con el ejemplo.
*Si quieres saber más sobre educación emocional, funcionamiento del cerebro y disciplina positiva el sábado 30 de noviembre estaré en el Agujero Amarillo, Avenida de Europa 42, en Pozuelo de Alarcón, Madrid. Dos horas de taller donde os daré las claves para mejorar la relación con vuestros hij@s.
¡Os espero!
Romina Hidalgo Marchione
Publicado 20:13h, 14 noviembreMuy interesante el artículo. Yo noto que mi hijo pone a prueba todos los cursos y talleres de gestión emocional que he hecho y que doy a mis alumnas. Sobre todo noto que aparece a menudo en mi la frustración cuando me muerde y tengo que regañarlo. Lleva unos días así y me cuesta entenderlo. Puede ser que algo le esté molestando. Es muy pequeño. Aún no cumple los dos años.
Sobre el tema del enfado el pedagogo nos recomendó que no empleemos la técnica de pegarle al cojín para soltar el enfado porque estamos enseñando violencia aunque sea contra un cojín. Lo ideal no es pegar sino soltarlo de forma saludable y antes entender el enfado para saber poner los límites. Por ejemplo, mi hijo se enfada cuando el portero le hace cosquillas, y le enseñé a que le diga «no, cosquillas no, no gusta» y así lo hace y lo dice firme. Así establece sus límites.
Genial el artículo. Un abrazo
admin
Publicado 18:36h, 15 noviembreHola Romina, gracias por comentar. Yo creo que si de verdad tu hijo tiene ganas de pegar no poder hacerlo en un cojín supone hacerle entender que el enfado no está permitido, que hay que reprimirlo, que no está bien descargar y yo particularmente no quiero transmitirle eso. Tu hijo tiene todo el derecho del mundo a enfadarse.Además cuando nos enfadamos el cuerpo se tensa, esto es una realidad y si quiere gritar en su habitación, bailar o golpear un cojín para mí es perfectamente válido porque¿A quien hace daño si golpea un cojín?A nadie.Por lo tanto para mi si entraría en una forma saludable de hacerlo.
Un abrazo.